¿Por qué todos podemos ser Glasman?

Fernando J. H. Carignano

Resumen


Transcurridos más de ocho meses del asesinato de Felipe Glasman, ex Secretario General de la Asociación Médica de Bahía Blanca, existen pocas certezas en la investigación. No obstante, hay dos que tienen un significado trascendente: que fue un crimen por encargo y que sus móviles fueron originados por la actividad político-gremial del desaparecido dirigente en el ámbito de la institución que presidía.
Es que la actividad cotidiana de este Especialista en Endocrinología -uno de los primeros residentes de la disciplina en el país- se repartía entre el Hospital Municipal de la ciudad, su consultorio particular y la Asociación Médica, de la cual fue el líder durante poco menos de dos décadas. Esta última entidad fue el objeto principal de sus desvelos y, sin duda, la mayor beneficiada por su labor, hecho que hoy ni siquiera cuestionan sus más acérrimos opositores, puesto que los productos obtenidos, en su mayoría, pueden verse y tocarse.
De carácter frontal, debatía obstinada y fervorosamente sus ideas y convicciones, lo que le creó seguidores y detractores, denominador común a todo conductor. Partidario tenaz y comprometido de la democracia y de la ética, no titubeó en enfrentarse con cualquiera que intentara vulnerarlas, sin respetar castas ni jerarquías. Como ejemplos salientes dentro de un grupo numeroso, diré que por y para la primera, participó activamente en toda manifestación que cuestionara el modo republicano de vida, implementó el voto de los asociados en los lugares de trabajo, la representación proporcional y la ampliación de la Comisión Directiva dentro de la AMBB. Por y para la preservación de la ética, señalo que sólo accedió a sus cargos por las vías del concurso o del sufragio y denunció públicamente, por los canales correspondientes, toda actitud que, a su criterio, transgrediera sus normas. Como decía al comienzo, todo ello, unido a la intransigente defensa del trabajo médico con un criterio progresista y efectivo, le costó la vida. Como dijera en su sepelio, el agua podrida de la sinrazón apagó la llama del conocimiento.
Aún en un país donde el homicidio con accionar mafioso asombra por su frecuencia, el caso Glasman se constituye en precursor dentro del ambiente médico: es el primer muerto que tenemos entre nuestras filas por tal causa. Pero, una deducción somera permite transpolar la situación a cualquier ocupación, profesión u oficio: todo aquél que estorbe los designios de otro, puede ser eliminado si su opositor dispone de los medios para hacerlo. Además, de permitirse la impunidad, muy pronto correrá riesgo cierto de ser declarado culpable por exponer sus principios o resguardar sus derechos y, por tanto, pasible de recibir castigo. Algunos aún tenemos fresco en nuestra memoria el tiempo cuando el «algo habrá hecho» disculpaba cualquier acción aberrante.
Por eso, el significado de este suceso trasciende más allá de una actividad, de los límites regionales de Bahía Blanca y de las crónicas policiales, constituyéndose en un germen del autoritarismo, en el huevo de la serpiente, en la obscena exhibición de la maldita doctrina que opone la violencia a las ideas. Si no reaccionamos ante ella, sólo nos espera agachar la cabeza y esperar el golpe del machete de los múltiples verdugos que siempre medran para sojuzgarnos y beneficiarse a costa nuestra. Cualquiera se sentirá facultado a intentar torcer nuestras voluntades usando, como amenaza velada, el horrible crimen. Solamente nosotros mismos podemos evitarlo, expresándonos a viva voz en repudio y exigiendo la justicia imprescindible que requiere la vida en comunidad, la que, es bueno recordarlo, también exige el compromiso cotidiano de sus integrantes.
Por eso, entiendo que todos podemos ser Glasman.


Palabras clave


Felipe Glasman; AMBB

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